Las primeras palabras que la gente pronuncia cuando pasea por primera vez por Madrid es “Jooder”, “Meecagoen…”, “La maaadre que…”. Y no es debido al calor que tenemos en verano, ni siquiera a la contaminación. Estas mismas palabras se pronuncian con igual entonación cuando intentas estacionar tu coche, quizá el volúmen sea más alto.
Y todo esto amigos míos se debe a un fabuloso objeto urbano, inventado no hace mucho tiempo: nuestro querido bolardo. Y es que el bolardo español, y más concretamente el madrileño podría estar entre los más cabroncetes que tenemos en Europa. Los tenemos de muchas formas, pero siempre pequeño, rechoncho, y sin color, así de sencillote nos ha salido el chaval. Para muestra un botón:
Nos golpeamos con este objeto muchísimas veces cada vez que damos un paseo por el centro de las ciudades, y lo mismo ocurre cuando tratas de aparcar tu vehículo. Al ser tan reducido su tamaño resulta imposible saber hasta dónde puedes llegar dando marcha atrás. A veces tienen el detalle de aparecer justo cuando abres la puerta de tu coche. Son, como digo, unos inventos fabulosos, que saben como ellos solos fastidiarte un trocito de tu día.
Pero esto no ocurre en todos las ciudades del mundo. Sin irnos muy lejos de Madrid, en París concretamente (aunque no todos), los bolardos hacen deporte y se convierten en unos estilizados palos, finitos y altos que están prácticamente a la altura del que pasea, también son visibles desde el retrovisor de tu coche, con lo cual el famoso “cronch” es menos probable que ocurra y al ser más alto – bola extra – te hace menos estropicio si lo golpeas. Son fáciles de pintar, de customizar, produciendo simpáticas obras urbanas que hace que aún llamen más la atención:
Y ahora la gran pregunta. ¿Quién diseña este tipo de objetos? Y lo más importante: ¿En qué piensa cuando lo diseña? Porque lo que queda claro es que no están pensados ni para los coches ni para las personas. ¿Cómo diablos un objeto urbano que convive con los humanos pueda ser tan dañino y no pase nada?
Serán preguntas sin respuestas, lo intuyo…
Fotos de My Left Ventricle, Xosé Castro y photoAtlas
yo creia que esos bolardos estan ahi justo para eso, para que la gente no aparcase encima de las aceras, y ultimamente tb para evitar alunizajes en comercios, sobre todo joyerias. Quizas este falto de imaginacion, pero no se me ocurren opciones mucho mejores. ¿aceras mucho mas altas?
@Pedro: Bolardos más altos?
Pues no estoy muy seguro de que la solución esté en la altura…de hecho, bolardos más altos podrían incluso producir mucho más dolor al peatón despistado…
Y no te olvides de los bolardos asesinos de la Cava Baja, esos que acaban en punta. Cualquier día un borrachín se va a abrir la cabeza en uno…
http://www.elmundo.es/papel/2008/05/05/madrid/2385399.html
Estoy convencido de que el motivo es meramente estético.
De los Pirineos para arriba la planificación urbana es mejor, el uso del transporte público está más extendido y la consideración con el prójimo existe.
Eso significa que no hay tanto problema de aparcamiento, y si lo hay, la gente no toma las aceras como primera opción.
Todo esto implica que, de los Pirineos hacia abajo, hay que blindar todas las aceras susceptibles, que son muchísimas, por lo expuesto anteriormente.
¿Alguien se imagina que todas las aceras que necesitan bolardos los tuvieran de metro con cuarenta, para que la visibiliad de los mismos sea buena, y lo sufientemente próximos los unos de los otros como para que no aparquen coches? Parecerían barrotes. Nuestras calles parecerían cárceles. Se me ocurren pocas cosas menos estéticas.
No digo que esté bien. Digo que seguramente ese es el motivo.
Una cosa que avala mi teoría es que si en la acera hay espacio para los bolardos esféricos de piedra (bastante estéticos), y si hay presupuesto (porque no deben ser baratos), se usan. Si no lo hay se recurre a los rechonchos (como los de la foto de la izquierda), pero nunca se sobrepasa una altura para no inundar el campo visual.
No es exclusivo de Madrid, por aquí estamos muy cerca de los Pirineos y padecemos del mismo mal.
Lo peor es que en calles estrechas te puedes quedar totalmente “anclado” al bolardo, y el espectáculo para los transeúntes mientras destrozas tu coche al maniobrar es digno de ver. Tiene mi pobre coche en la puerta izquierda una tremenda cicatriz de bolardo que le hice al tomar una curva…
Lograr que peatones y vehículos convivan en armonía en las estrechas calles del centro de Madrid es todo un reto. Los bolardos son el resultado del actual incivismo de los conductores que aparcan en espacios reservados para el peatón, serían por tanto innecesarios si estos respetasen las normas.Hoy día ya no es necesario el cartel “Por favor no escupen dentro del tren”, en el futuro ojalá pase los mismo con los bolardos y otros elementos urbanos con la misma función (proteger ante el incivismo).
Desde la perspectiva del diseño, debemos pensar en el bolardo con una mirada global que lo percibe como el sistema restrictivo y precautorio de otro sistema, el sistema calle. Probablemente constituya uno de sus componentes básicos para asegurar el normal uso del sistema por todos los agentes que operan en él ¿Cómo diseñar la estructura organizativa básica de estas calles para evitar elementos indeseables como los bolardos, impidiendo al mismo tiempo actitudes incívicas? Aquí yo tampoco tengo respuesta, pero seguro que con una intensiva búsqueda podemos encontrar buenos ejemplos en otras ciudades.
… siempre nos quedará la vía rápida, subir el precio de las multas (auque creo esto acaban de hacerlo en Madrid… otra vez)
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