Del papel a la web

Aún recuerdo cuando, de pequeño, lograba subir a lo más alto de las torres de periódicos que ocupaban un rincón de su estudio. Aquellas columnas tenían alturas que, para los pequeños de la casa, suponían todo un desafío… En realidad, entrar en su estudio ya lo era: sólo ahí podías encontrar el rotulador que pintaba de una forma diferente, exóticas herramientas de trabajo o revistas en cualquier idioma, allí siempre olía de forma diferente. Era sin duda el lugar más inspirador de la casa, ahí fue también donde conocimos Internet. Quién iba a suponer que esa entelequia sería, con el tiempo, lo que nos daría de comer.

Llevó con elegancia una variedad de sombreros profesionales, fruto de su inagotable curiosidad y ansia por conocer. Ahora, echando la vista atrás, uno empieza a ver un montón de conexiones entre lo que a él le pasaba en su(s) profesion(es) y lo que nos pasa a muchos de nosotros. Supongo que será normal. Pero pensé que hacerle unas preguntas a él directamente y compartirlas aquí sería buena idea. Me lo disfruten.

Os presento a mi padre: Julián Leal.

Aunque te dedicabas al periodismo, muchas veces andabas metido en temas de maquetación de revistas o periódicos. ¿De dónde surge ese interés?
Julián Leal: En realidad, antes de ejercer el periodismo literario como redactor de un periódico, mi actividad laboral fue la de confeccionador o diagramador. Desde bien pequeño me gustó el dibujo y creo que tenía aptitudes, aunque por desgracia no pude encauzarlas. Mi sueño era ser arquitecto, pero hube de conformarme con ser delineante de construcción. Durante un corto tiempo trabajé tangencialmente en ese campo. Tal vez esa inclinación hacia el plano  artístico fue lo que me permitió trabajar en el departamento de confección del diario HOY, en Badajoz, a raíz de su modernización, cuando dejó atrás la tipografía clásica para adoptar la composición fotomecánica y la impresión en offset. En 1974, cuando se implantó esta tecnología era el periódico más avanzado del país. Entonces había que hacer una maqueta o diseño de cada página para ajustar los textos. Se permitía cierta libertad a la hora de presentar las informaciones, especialmente los reportajes. Poco a poco, me fui introduciendo en el diseño gráfico, un campo apasionante que tuve la oportunidad de abordar en sus mas variadas facetas; publicidad, cartelería, imagen corporativa…Fueron pocos años, pero muy intensos y enriquecedores.

¿Hubo alguien que te mentorizara o te enseñara esta labor?
J.L.: La verdad es que en hace 40 años este mundo era nuevo y desconocido. No había experiencia, al menos en el campo de la prensa diaria y todavía menos en las provincias. En los medios escritos, sólo las  revistas de información presentaban sus páginas bajo unas pautas  más o menos atractivas de diseño gráfico. Este, por entonces, tenía más aplicación en las agencias de publicidad, pero se iría extendiendo y afianzando a las publicaciones. Algunas hacían verdaderos alardes de creatividad a la hora de mostrar sus contenidos. Yo aprendí mucho de la observación de lo que se hacía en esos medios y en la medida de lo posible trataba de aplicarlo en el periódico. Recuerdo que sacábamos un suplemento los fines de semana, que se llamaba Seisysiete, al que intentaba trasladar las ideas que captaba. La verdad es que sin apenas medios logramos unos sorprendentes resultados.

A día de hoy, por suerte o por desgracia, nuestra principal herramienta de diseño es el ordenador ¿Cuáles eran tus principales herramientas de trabajo? ¿Alguna a la que le tengas especial cariño?
J.L.: Los ordenadores eran entonces pura ciencia ficción. Todo se tenía que realizar a mano, con unos instrumentos muy elementales y rudimentarios. Lápices, rotuladores y reglas. Con estos materiales tenías que dar a la maqueta una apariencia aproximada de la que tendría en la realidad, Se partía de una plantilla pautada en la que, a tu criterio y gusto, ibas organizando titulares, fotografías y demás elementos gráficos y distribuir el texto en las columnas. Para ello había que calcular cuantas líneas habría de ocupar la parte literaria, para lo que era obligatorio utilizar una calculadora. El número de caracteres de una línea de texto mecanografiado se multiplicaba por el número de líneas para obtener así el total aproximado de caracteres. Dividido este por las matrices de una línea de texto tipográfico daría el número de líneas de texto. El tipómetro era la herramienta principal. En él se señalaban la altura o longitud que tendría una línea de un determinado cuerpo. Esto no era exacto, de ahí que a la hora de montar los columnas hubiera que cortar unas veces o ampliar las fotografías para ajustar.

¿Cómo explicabas este trabajo que hacías para quien no sabía sobre la materia?
J.L.: Puedes imaginar, por lo que he dicho, lo difícil que era hacer entender ese trabajo a quien no tuviera ni idea. Era realmente complicado. En la carrera de periodismo la asignatura de diagramación era la más odiada por los estudiantes.

¿Cuál es el trabajo del que te sientes más orgulloso?
J.L.: Es difícil hacer memoria porque ha pasado tiempo y han sido muchos los trabajos. Pero creo que de todo lo que hecho lo más satisfactorio para mi fue el que se me encomendara el diseño gráfico en la Editora Regional de Extremadura. Me tuve que encargar de todo, desde la realización del logotipo hasta la elaboración de los identificadores de las colecciones y las portadas de los libros, pasando lógicamente, por la diagramación de las publicaciones. Todo se tenía que hacer de forma manual, a base de compás, rotring, letras adhesivas transferibles (letraset) y mucha imaginación. Creo que conseguir imprimir una identidad y una imagen que sorprendió. Si, me siento muy orgulloso de ese trabajo hecho de manera artesanal que visto ahora hasta a mi me sorprende. Esto me ofreció nuevas oportunidades y tuve muchos encargos de diseño de logotipos, revistas, etc. Fueron dos o tres años de gran actividad.

¿Cómo fue la transición al mundo digital? ¿En qué momento dejaste de hacer esto y cuáles fueron tus sentimientos hacia la progresiva desaparición de esta labor?
J.L.: La transición al mundo digital la viví ya en otras funciones. Al acabar la carrera de periodismo pasé a la redacción de calle del diario como redactor . La introducción de la informática simplificó y estandarizó el diseño. Se contaba con un modelario de páginas preconfigurado en el que no era posible introducir modificaciones. Se escribía sobre esa plantilla ajustándose a sus parámetros. El diseño gráfico queda para algunos especiales pero ya no es algo que llame la atención, salvo excepciones.

¿Hay algo que te gustaría hacer ahora que no hayas hecho antes?
J.L.: Tengo entre manos una novela. Llevo escritos algunos capítulos, pero actualmente la historia se me ha quedado atascada porque no me dedico a su desarrollo con regularidad. Por otro lado me siguen llegando encargos de diseños. Me gusta seguir entretenido en este campo, ahora ya con ordenadores. Me divierte y estimula mi imaginación.

Gracias, papá, por todos estos años de curiosidad.