Repite conmigo: reciclar es un coñazo

Con frecuencia, cuando me acerco a un punto de reciclaje y me pongo a colocar lo que traigo en sus correspondientes contenedores, me suelo cruzar con algún vecino portando su bolsa. Muchos de ellos la arrojan directamente al contenedor de toda la vida, o al que esté menos lleno. El sonido y la forma suelen delatar que el contenido de la bolsa no es precisamente orgánico. Aquí dejo de lado a los ingenieros que tiran al contenedor de papel la bolsa de plástico en la que traen los mismos. De nota.

A mi se me pone de repente una cara de bobotonto bastante importante. Toda la semana prestándole atención a colocar las latas en su sitio, las botellas por otro lado, a quitar los tapones y tapas, a enjuagar las cosas que tienen restos o salsas, a si cariño esto es plástico o basura normal… Toda esa atención y mimo a esto del reciclaje para que llegue un vecino y en dos minutos esté de vuelta a casa, con la pierna cruzada.

En esos momentos pierdo la esperanza y me pregunto si esto del reciclaje tiene sentido tal y como está planteado a día de hoy. Cuando alguno de nosotros tiene este tipo de comportamiento para mi deja de tenerlo  (porque implica un proceso de calidad posterior para separar la basura de aquellos que no lo hicieron bien en su momento). Y os voy a contar un secreto: yo también lo hago mal muchas veces, lo sé.

Esto es fácil decirlo, soy consciente, pero para mi este proceso está mal diseñado de principio a fin, ni funciona ni nos motiva hacerlo. Pienso que gran parte del trabajo del reciclado se le está transmitiendo al consumidor, sin que exista un proceso bien definido, con unas instalaciones – dentro y fuera de casa – mal planteadas (contenedores lejos del domicilio, a veces faltan contenedores y la eterna falta de espacio en casa), y lo más importante quizás: que deja de lado a los que producen estos envoltorios, los fabricantes: cuántas y cuántas veces habré pensado “joder, ¿para seis tomates semejante packaging? Yo soy el primero que no quiere tanto envoltorio, pero no queda más remedio que aceptarlo cuando compras.

Reciclar suena idílico, innovador, revolucionario, ecológico por supuesto, pero al menos en nuestro país da la sensación de estar hecho deprisa y corriendo, de mala manera, sin pensar como es debido en el día a día de todos aquellos que nos encargamos de reciclar.

Me gustaría encontrar razones de peso para seguir haciéndolo, porque si os soy sincero, ya he perdido la esperanza…

Por cierto, el logo, que nunca se patentó, tiene más de 40 años y es obra de Gary Anderson.