Muerte al no reply: por qué es importante cuidar la dirección desde la que envías tus emails
Cada vez que veo un email con la dirección “no_responder@” o “no_reply@” me quedo unos segundos mirando fijamente la pantalla, pensando qué pasará si desobedezco esa orden que me llega desde el ciberespacio…
El no_reply creo es una herencia que asumimos como “buena práctica” porque algunos “grandes”, por razones precisamente de tamaño e infraestructura, lo hacen (respuestas automáticas de fuera de la oficina o simplemente para evitar spam). Aunque no sea la solución única y definitiva, por supuesto.
Personalmente, veo que un no_responder como dirección de correo es un paso atrás de cara a ofrecer una buena experiencia de uso. Y tengo varias razones para defender esta posición:
– La primera es obvia: porque un “no_reply” es una invitación precisamente a justo lo contrario: a responder. ¿A quién no le gusta saltarse las prohibiciones?
– Porque suena a orden. Y suena a orden de alguien que ni conozco (ni probablemente llegue a conocer).
– Porque es negativa: y en Internet todo lo que sea obligatorio, imperativo o negativo genera malas vibraciones. Sobre todo en las primeras experiencias.
– Porque dice mucho de la filosofía que hay por detrás: ¿de verdad no te interesa que te respondan si tienen algo que decirte? Probablemente respondas que para eso está el formulario de contacto, pero se pierde contexto e inmediatez.
– Y porque la base del email es la comunicación y porque desde el lado de atención al cliente tener el email que inicia la conversación sirve de contexto y puede ayudar a resolver antes el asunto por el que alguien (un cliente tuyo, no lo olvides) se ha molestado en escribirte.
Seguramente haya más razones para defender esta posición. Y también argumentos que defiendan la posición contraria.
¿Las añadimos?