1/4 de realidad
Cerca de donde vivo han terminado unas obras de bastante calado, de esas que ponen la calle al revés, con nuevas canalizaciones, asfaltado, alumbrado, acerado… Hasta árboles a estrenar.
Tuve la oportunidad de echarle un vistazo a la infografía que ilustraba el proyecto cuando todo estuviera acabado, lo típico: un prototipo 3D con figuras de personas paseando, árboles frondosos y asfaltado impoluto.
Cuando veo este tipo de propuestas me suelo fijar en detalles como hasta dónde llegarán las sombras, por dónde circularán las personas o cómo serán las papeleras, me gusta recrearme en cómo se sentirán las personas que estrenan un espacio nuevo. En este caso, aparte de los árboles a estrenar (por aquello de las sombras), me llamaron la atención las papeleras: se salían del típico modelo forjado en hierro o las de plástico de toda la vida, es el modelo que encabeza este post.
El día que las colocaron, aunque aún faltaban cosas por acabar, me gustó confirmar lo que la infografía ilustraba en su momento. Pero días más tarde, con la calle abierta al público, me hizo volver a recordar el país en el que vivimos: la papelera en cuestión aparecía rodeada de una bolsa de basura atada a su perímetro, ocupando casi un 1/4 de la altura de la misma. Y así, toda la calle abajo…
Y es este 1/4 de realidad el que le hace falta a la mayoría de los proyectos que circulan por nuestro territorio: nos centramos únicamente en ponerlo bonito en la maldita infografía para ganar el proyecto, y dejamos de lado la capa de realidad, a la que se enfrenta el ser humano en su día a día frente a este tipo de objetos y entornos.
Obviamente, las responsabilidades se diluyen entre el diseñador de la papelera, quien diseñó el proyecto, quien lo aprobó e incluso quien se encarga de limpiar las calles. Pero ya da igual, lo único cierto es que estrenamos una calle más con papeleras impolutas y una bolsa a su alrededor. Bien atadas y en amarillo. Touché.