Ma’assalama, Jordan
Tres semanas por Oriente Medio son suficientes para tener una idea de lo que se cuece por la zona. No hace falta moverse por las regiones conflictivas adyacentes. En Jordania, un país con reconocida estabilidad política, también se respira cierta incertidumbre.
Su capital, Amman, es un gazpacho de culturas. Un continuo trasiego de gentes de todo Oriente: Irak, Israel, Arabia Saudí, Líbano, Yemen, Omán, Egipto, Afghanistán, Emiratos Árabes, Qatar…
Cada uno tiene su sitio en esta desorganizada urbe. Downtown es la zona deprimida. Acoge mucha gente de Irak y de los territorios palestinos. Algunos han sufrido pérdidas familiares, provocadas por la guerra o atentados suicidas y buscan un futuro mejor en la capital de un país más estable. Cuando las expectativas de un futuro mejor no se cumplen sucede lo que hace unos días, a tiros contra los turistas…
Más arriba, en la misma ciudad pero a unos 8 km. hacia el noroeste, los habitantes son otros. En los barrios de Abdoun o Shemesani, gente poderosa de Dubai, Kuwait o Arabia Saudí conduce sus ostentosos Chevrolets 4×4 con impecables túnicas blancas y la palestina liada a la cabeza. Están de vacaciones. En estos barrios las mujeres no lucen el velo, los hombros van al aire y el escote es generoso. Toda una provocación hacia los islamistas más clásicos.
Quizá el Islam no sea el único problema. Quizá también juegue un papel importante la occidentalización de algunos, que choca con la vida aún tradicional de otros. Este enfrentamiento silencioso también puede tener algo que ver con las tensiones que se respiran en Oriente Medio.
A pesar de todo, Jordania es muy recomendable. Su gente es amable, educada y muy correcta. Petra, Aqaba, Wadi Rum, Jerash o la propia capital son lugares a no perder.
Visite Jordania antes de que se seque el país. El 70% del territorio es desértico y las reservas de agua son de risa. Visite Jordania, pero llévese agua, mucha agua…
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