Aquí arriba están los dos títulos universitarios que obtuve durante mi época de estudiante. El título español estuvo en paradero desconocido durante unos cuantos años y mi madre lo recuperó hace muy poco. El portugués, quizás por ser más reciente (y porque me costó sudores sacarlo), siempre ha estado conmigo y en él se puede apreciar la nota final: “Suficiente”. La del título español fue un pelín superior, pero también andaba por esa cota.
Cuando pienso en mi pasado como estudiante sólo guardo buenos momentos, hubo muchos complicados, pero tengo que buscarlos en la memoria, no me salen espontáneamente como los buenos.
Siempre he pensado que la titulación universitaria te ayuda, sobre todo, a conocer gente con la que sientes afinidad, a trabajar en equipo, a hablar en público y, en un pequeño porcentaje, para adquirir una base de conocimientos. Esto último sólo te valdrá si al final acabas dedicándote a la profesión para la que te formaste, lo que ocurre no con tanta frecuencia.
Reconozco que tener tan poca nota final en ambas titulaciones fue para mi un poco lastre en los primeros tiempos, cuando empezaba a abrirme camino en el entorno laboral. Pero conforme avanzaba en mi vida profesional me fui olvidando de ello. Seguramente porque hasta la fecha nunca me han pedido mis títulos para trabajar.
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Ayer escuchaba el último podcast de Joan Tubau, donde charlaba abiertamente con Chema González-Garilleti (a quien no tenía en el radar) sobre las oportunidades laborales en un mundo globalizado, tratando de transmitir algo de positivismo entre los jóvenes españoles sobre el mercado laboral que tenemos en España. Y automáticamente me trasladé a mi época universitaria.
Hay un momento de la conversación donde tocan el actual modelo de escuela, sobre la presión que arrastran los alumnos por el nivel de las notas y sobre cómo el sistema educativo está diseñado para medir a la gente en base a unas notas que te encasillan como el listo o el torpe de la clase cuando – como sostiene Chema con estudios que lo demuestran – la nota no es en absoluto un índice sobre el que pronosticar el éxito profesional que vas a tener en tu futuro.
Para Chema la formación trae cosas muy buenas, como la disciplina, el respeto al profesor, reconocer que tienes que estudiar cuando vienen los exámenes. En la conversación saca como referencia un post de Martin Varsaski en el que relata su experiencia como profesor: para él, el mejor predictor del éxito entre los alumnos de una clase es algo tan sencillo como preguntar a los propios alumnos a quienes consideran que van a tener éxito profesional (qué importante es la investigación de guerrilla). Y lo cierto es que los propios alumnos no parecen equivocarse.
No sé si a vosotros os ha ocurrido, pero a mi desde luego sí. La gente que que he conocido que apunta maneras en su futuro tiene un brillo especial, poseen un conjunto de habilidades paralelas que no están vinculadas con sus notas: cuando quieren estudiar se ponen a ello y sacan notas dignas, se desenvuelven bien en la vida sin ayuda de los demás, saben disfrutar de la vida, se llevan bien con prácticamente todo el mundo, practican deporte y, lo más importante para mi, gente que sobre todo escucha. Esto último da para otro post.
En el artíclo de Varsaski sostiene que “no por estudiar la física del tenis se juega bien al tenis” o “no por estudiar contabilidad se gana mucho dinero” o la frase con la que empieza el post “¿Si nuestros profesores son tan listos, porqué no son ricos?”. No es que trate de buscar excusas para tratar de justificar las notas de mi pasado académico, pero me voy a permitir el lujo de autoevaluarme: en esta casa me otorgo el título de Sobresaliente a pesar de lo zoquete que he sido. Y hasta que no cambie el diseño de evaluación en las escuelas sólo puedo decir una cosa: ¡Larga vida al Suficiente!
Temino con el post de Varsaski (los comentarios no tienen desperdicio):
Por qué los que triunfan en la universidad rara vez triunfan en la vida
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Seisdeagosto.com es el proyecto personal de Juan Leal. Un estudio desde donde ayudo a las empresas a reducir su complejidad digital, para que los humanos tengamos una vida más sencilla, con la tecnología a nuestro servicio. Llevo involucrado en el diseño de productos digitales y la Experiencia de Usuario desde hace más de 15 años (prácticamente desde los inicios en nuestro país). Fui director de producto en idealista.com. Me licencié en Ergonomía y Factor Humano por la Universidad Técnica de Lisboa (Faculdade de Motricidade Humana), aunque también he realizado cursos especializados en la Sloan School del MIT, con Edward Tufte o el Nielsen Norman Group. Si tienes algo que contarme será un placer leerte: juan {arroba} seisdeagosto.com